lunes, 25 de abril de 2016

CIENCIA HINDÚ YOGI DE LA RESPIRACIÓN (3 y 4)



CIENCIA HINDÚ YOGI DE LA RESPIRACIÓN
Por: Yogi Ramacharaka (William Walker Atkinson)


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CAPÍTULO III
TEORÍA EXOTÉRICA DE LA RESPIRACIÓN

En este capítulo expondremos brevemente las teorías del mundo científico occidental acerca de las funciones de los órganos respiratorios y el papel que desempeña la respiración en la economía humana.

En los capítulos siguientes presentaremos las teorías adicionales y los hechos comprobados por las investigaciones de la escuela oriental. El oriental acepta las teorías y los hechos presentados por sus hermanos occidentales (que hace siglos conoce) y agrega mucho que ellos no aceptan por ahora, pero que a su debido tiempo descubrirán y, dándoles nombres nuevos, los presentarán al mundo como una gran verdad.

Antes de considerar la idea occidental será talvez conveniente dar una explicación somera de los órganos de la respiración.

Los órganos de la respiración consiste en los pulmones y los pasajes de aire que a ellos conducen. Los pulmones son dos, y ocupan la cámara pleural del tórax, uno a cada lado de la línea media, estando separados uno del otro por el corazón, los vasos sanguíneos mayores y los grandes tubos conductores del aire.



Cada pulmón está libre en todas direcciones excepto en la raíz, formada principalmente por los bronquios, arterias y venas que ponen en conexión los pulmones con la tráquea y el  corazón. Los pulmones son esponjosos y porosos, y sus tejidos son muy elásticos.

Están cubiertos por una envoltura delicada, aunque fuerte, conocida bajo el nombre de saco pleural, una pared de la cual se adhiere estrechamente al pulmón y la otra a la interna del pecho, y que segrega un fluido que permite a los lados internos resbalar suavemente uno sobre otro, en el acto de respirar.

Los pasajes de aire consisten del interior de la nariz, faringe, laringe, tráquea y tubos bronquiales. Cuando respiramos hacemos entrar el aire por la nariz, donde se calienta al ponerse en contacto con la membrana mucosa que está provista abundantemente de sangre, y después que ha pasado por la faringe y la laringe, entra en la tráquea; esta se divide en numerosos tubos, llamados tubos bronquiales (bronquios), los cuales a su vez se subdividen y terminan en nuevas y diminutas subdivisiones en todos los pequeños espacios de aire, de los que cuentan por millones los pulmones. Un escritor ha demostrado que si las células de aire de los pulmones fueran extendidas una al lado de la otra, cubrirían una superficie de catorce mil pies cuadrados.

El aire es introducido en los pulmones por la acción del diafragma, músculo grande, fuerte y delgado que se extiende a través del tronco separando la cavidad torácica de la abdominal. La acción del diafragma es casi tan automática como la del corazón, aunque él pueda ser trasformado en músculo semivoluntario por el esfuerzo de la voluntad. Cuando se dilata aumenta la capacidad del pecho y pulmones, y el aire se precipita en el vacío así formado. Cuando cesa la dilatación, el pecho y los pulmones se contraen y el aire es así expelido.

Ahora, antes de considerar lo que sucede con el aire en los pulmones, examinemos un momento cómo tienen lugar la circulación de la sangre. La sangre, como sabéis, es impelida por el corazón a través de las arterias a los capilares, llegando así a cada parte del cuerpo, que vitaliza, alimenta y fortalece. Regresa después por medio de los capilares, por otra vía, las venas, al corazón, de donde es enviada a los pulmones.

La sangre sale para su viaje arterial de un color rojo brillante y rica en cualidades y propiedades vitales, y vuelve por la ruta venosa, pobre, azul y sin brillo, cargada de los detritus del sistema. Parte como una corriente fresca de las montañas y vuelve como desagüe de albañal, dirigiéndose a la aurícula derecha del corazón. Cuando esta aurícula se ha llenado, se contrae y hace pasar la corriente de sangre a través de una abertura del ventrículo derecho del corazón, el cual a su vez la envía a los pulmones, donde es distribuida por millones de vasos capilares a las células de aire, de que hemos hablado. Volvamos ahora a las funciones de los pulmones.

La impura corriente de sangre se distribuye en los millones de delicadas células de aire de los pulmones. Al inspirar, el oxígeno del aire se pone en contacto con la sangre impura por medio de los vasos capilares, cuyas paredes son bastantes gruesas para que la sangre no pueda atravesarlas y lo suficiente delgadas para permitir al oxígeno penetrar. Cuando el oxígeno entra en contacto con la sangre, una especie de combustión tiene lugar; la sangre toma el oxígeno y pone en libertad el ácido carbónico generado de los detritus y la materia venenosa que ha recogido de todas las partes del organismo. La sangre, así purificada y oxigenada, vuelve otra vez al corazón rica, roja y brillante, cargada de propiedades y cualidades vitales. Al llegar a la aurícula izquierda del corazón es impelida dentro del ventrículo izquierdo, de donde es enviada nuevamente a través de las arterias, en misión de distribuir  la vida a todas las partes del organismo.

Se calcula que en veinticuatro horas atraviesan los capilares de los pulmones alrededor de diez y siete mil litros de sangre, pasando los corpúsculos en simple fila y exponiendo sus lados al oxígeno del aire.

Cuando se consideran los diminutos detalles del proceso aludido se siente uno invadido por el asombro y la admiración ante la solicitud e inteligencia infinitas de la Naturaleza.

Vemos que si una cantidad suficiente de aire nuevo no llega a los pulmones, la corriente impura de sangre venenosa no se purifica, y el cuerpo no sólo queda privado de nutrición, sino que los desperdicios que hubieran podido ser destruidos son devueltos a la circulación, envenenan el organismo y así ocasionan la muerte. El aire impuro obra de la misma manera, aunque en grado menor. Se verá también que sin inspirar la cantidad necesaria de aire, la sangre no puede continuar su obra, y el cuerpo insuficientemente nutrido, cae enfermo o sólo posee un estado de salud imperfecta. La sangre de uno que respira de manera impropia es, naturalmente, de un color azul oscuro, a la que le falta el rico rojo de la sangre arterial. Esto lo vemos a menudo en una pobre complexión, mientras que una respiración correcta, y, por consiguiente, una buena circulación, produce una complexión fuerte brillante y llena de salud y vida.

Un poco de reflexión nos mostrará la importancia vital de una respiración correcta. Si la sangre no es completamente purificada por el proceso regenerador de los pulmones, vuelve a las arterias en un estado anormal, sin haber eliminado las impurezas que tomó en su viaje de regreso. Si estas impurezas vuelven al sistema, se manifestarán seguramente en alguna forma de enfermedad, ya sea de la sangre, u otra, resultante del funcionamiento alterado de algún órgano o tejido insuficientemente nutrido.

Cuando la sangre es debidamente expuesta al aire en los pulmones, sus impurezas no solamente son destruidas y eliminadas con el gas ácido carbónico, sino que toma también cierta cantidad de oxígeno que lleva a todas las partes del cuerpo donde es necesario, para que la Naturaleza pueda ejecutar su obra convenientemente. Cuando el oxígeno entra en contacto con la sangre se une con la hemoglobina, y es llevado a cada célula, tejido, músculo y órgano, que vigoriza y fortalece, reemplazando las células y tejidos gastados, por nuevos materiales que la Naturaleza transforma para su uso. La sangre arterial, bien expuesta al aire contiene alrededor de 25 por 100 de oxígeno libre.

No solamente cada parte se vitaliza con el oxígeno, sino que el acto de la digestión depende materialmente de una cierta oxigenación del alimento, y esto puede realizarse únicamente cuando el oxígeno entra en contacto con el alimento y produce una cierta forma de combustión. Es, por consiguiente, necesario que una provisión suficiente de oxígeno sea almacenada por los pulmones. Esto explica el hecho de que los pulmones débiles, y digestiones pobres, se encuentren simultáneamente con tanta frecuencia. Para darse cuenta de la completa significación de esta afirmación, es necesario recordar que el cuerpo entero recibe nutrición del alimento asimilado, y que, con una asimilación imperfecta, aquella será siempre incompleta. También los pulmones dependen de la misma fuente de alimentación, y si por causa de una respiración imperfecta la asimilación se hace defectuosa, y ellos se debilitan, estarán todavía menos en condiciones para desempeñar sus funciones, y el cuerpo, a su turno, también se debilitará. Cada partícula de alimento o bebida debe ser oxigenada para que pueda ceder la propia nutrición, y los desperdicios del organismo, adquirir las condiciones necesarias para ser eliminadas del sistema. Una cantidad insuficiente de oxígeno significa nutrición imperfecta, eliminación imperfecta y salud imperfecta. En verdad, respirar es vivir.

La combustión, resultante del cambio en las materias gastadas, genera calor y equilibra la temperatura del cuerpo. Las personas que respiran bien tienen menos probabilidades de resfriarse, y, generalmente, poseen una gran abundancia de sangre que les permite resistir a los cambios de temperatura.

Además de los importantes proceso ya mencionados, el acto de la respiración ejercita los órganos y músculos internos, hecho al cual los escritores occidentales sobre la materia no dan por lo común gran importancia, mientras que los yoghis lo aprecian debidamente.

En una respiración incompleta no todas las células de los pulmones entran en función y se pierde así una gran parte de la capacidad pulmonar, sufriendo el sistema en proporción al a falta de oxigenación. Los animales inferiores, en su estado nativo, respiran naturalmente, y es indudable que el hombre primitivo hizo lo mismo. El modo anormal de vivir adoptado por el hombre civilizado, le ha apartado de aquella respiración natural, y la raza ha sufrido las consecuencias de esta desviación. La única salvación física del hombre es volver a la Naturaleza.


CAPÍTULO IV
TEORÍA ESOTÉRICA DE LA RESPIRACIÓN


La ciencia de la respiración, como muchas otras enseñanzas, tiene doble aspecto: uno esotérico o interno, y otro exotérico o externo. Su faz fisiológica puede ser denominada como la parte externa o exotérica  del asunto, y el aspecto que vamos a considerar ahora, como la esotérica o interna. Los ocultistas de todas las edades y países siempre han enseñado, por lo general en secreto, a un número reducido de discípulos, que existe en el aire una sustancia o principio del cual deriva toda actividad, vitalidad y vida.  Diferían en los términos y nombres que daban a esta fuerza así como en los detalles de las teorías, pero el principio fundamental se puede encontrar en todas las demás enseñanzas y filosofías ocultas, que durante siglos ha formado parte también de las enseñanzas de los yoghis orientales.

Con le fin de evitar confusiones nacidas de las diferentes teorías concernientes a este gran principio, las cuales están comúnmente unidas a algún nombre dado a ese principio, nosotros lo designaremos en esta obra con el término prana, palabra sánscrita que significa energía absoluta. Muchas autoridades entre los ocultistas enseñan que lo denominado prana, por los yoghis, es el principio universal de energía o fuerza, y que toda energía o fuerza deriva de este principio, o más bien, que es una forma particular de manifestación del mismo. Estas teorías no son necesarias para el examen del asunto, motivo de esta obra, y por consiguiente, nos limitaremos a considerar a prana, como el principio de energía manifestado en todas las formas vivientes y que las distingue de las inanimadas.

Podemos considerarlo como el principio activo de la vida o fuerza vital si se quiere. Se encuentra en todas las formas, desde la ameba hasta el hombre, y desde la más elemental de la vida vegetal hasta la más elevada de la vida animal. Prana compenetra todo. Háyase en todas las formas animadas, y como la filosofía oculta enseña que la vida está en todo - en cada átomo -, podemos deducir de sus enseñanzas que prana está en todas partes y en todas las cosas, y que la aparente falta de vida en algunas de ellas es solamente un grado menor de manifestación. Prana no debe confundirse con el Ego - partícula del Espíritu Divino en cada alma- alrededor de la cual se aglomera materia y energía.

Prana, es simplemente, una forma de energía empleada por el Ego en su manifestación material. Cuando el Ego abandona el cuerpo, no estando ya más el prana bajo su contralor, responde únicamente a las órdenes de los átomos individuales o grupos de átomos que forman el cuerpo, y cuando éste se desintegra y resuelve en sus elementos originales, cada átomo toma consigo el suficiente prana para mantener su vitalidad y ser capaz de formar nuevas combinaciones, volviendo el prana no empleado al gran depósito  universal de donde procede. Mientras hay contralor del Ego existe cohesión, y por su voluntad los átomos se mantienen unidos.

Prana es el nombre con que designamos un principio universal, el cual es la esencia de todo movimiento, fuerza o energía, ya se manifieste como gravitación, electricidad, revolución planetaria o cualquier forma de vida, desde la más elevada a la más inferior. Puede ser llamado el alma de la Fuerza y de la Energía en todas sus manifestaciones, o aquel principio que operando de cierta manera produce la forma de actividad que acompaña la vida.

Este gran principio existe en todas las formas de materia y, sin embargo, no es materia. Está en el aire, pero no es aire ninguno de sus elementos químicos. Los animales y vegetales lo respiran con el aire, pero si éste no lo contuviera morirían, fuera cual fuera la cantidad de aire respirada. Es tomado por el sistema conjuntamente con el oxígeno,  y, sin embargo, no es el oxígeno. El escritor hebreo autor del Génesis, conocía la diferencia que existe entre el aire atmosférico y el principio misterioso y potente contenido en él. Habla de neshemet ruach chayim, que traducido, significa: “la respiración del espíritu de vida”. En hebreo, neshemet significa la respiración ordinaria del aire atmosférico, y chayim¸, vida o vidas; mientras que la palabra ruach, quiere decir “el espíritu de vida”, que, según los ocultistas, es el mismo principio al cual denominamos prana.

Prana está en el aire atmosférico, pero está también en todas partes y penetra donde el aire no puede llegar. El oxígeno del aire juega un papel importante en el sostenimiento de la vida animal, y el carbono desempeña una función similar en la vida vegetal, pero prana tiene la suya propia y distinta en las manifestaciones de la vida, aparte de las funciones fisiológicas.

Estamos constantemente inhalando el aire cargado de prana, y constantemente también extraemos éste de aquél, apropiándolo para nuestro uso. Encontrándose el prana en su estado más libre en el aire, y en regular cantidad cuando éste es puro, los sacamos de esa fuente más fácilmente que de cualquier otra. En la respiración ordinaria, absorbemos y extraemos una cantidad normal de prana, pero por la respiración controlada y regulada (generalmente conocida como respiración yoghi), nos ponemos en condiciones de extraer una cantidad mayor, que se concentra en el cerebro y centros nerviosos para ser utilizada cuando sea necesario. Podemos almacenar prana de la misma manera que los acumuladores almacenan la electricidad. Los numerosos poderes atribuidos a los ocultistas avanzados, son debidos, en gran parte, al conocimiento de este hecho y al uso inteligente de esta energía acumulada. Los yoghis conocen que, por ciertas formas de respiración, pueden establecer determinadas relaciones con el depósito de prana y disponer de él para sus necesidades. No sólo fortalecen de esta manera todas las partes del cuerpo, sino que el cerebro mismo puede recibir un aumento de energía del mismo origen, las facultades latentes ser desarrolladas y adquirirse poderes psíquicos.

Aquel que posee la facultad de almacenar prana, sea consciente o inconscientemente, irradia a menudo vitalidad y fuerza que es sentida por los que entran en contacto con él, y tal persona puede comunicar su fuerza a otras y darles un aumento de vitalidad y  salud. Lo que es llamado “curación magnética” se produce de esta manera, aunque muchos de los magnetistas no se dan cuenta del origen de su poder.

Los científicos occidentales han tenido alguna idea de la existencia de este gran principio, del cual está cargado el aire; pero viendo que escapaba al análisis químico y que no era registrado por ninguno de sus instrumentos, han tratado generalmente con desdén la teoría oriental. No pudiendo explicar este principio, lo han negado. Sin embargo, parecen reconocer que el aire de ciertos lugares posee una cierta cantidad de algo, y, los médicos, envían los enfermos a esos lugares con la esperanza de verlos recuperar la salud.

El oxígeno del aire es asimilado por la sangre y utilizado por el sistema circulatorio. El prana del aire es asimilado por el sistema nervioso y utilizado en su obra. Y así como la sangre oxigenada circula por todas las partes del organismo y cuida de su construcción y reparación, así también prana circula por todas las partes del sistema nervioso agregando fuerza y vitalidad. Si nos representamos a prana como el principio activo de lo que llamamos vitalidad, podremos formarnos una idea mucho más clara del papel importante que desempeña en nuestra vida.

De la misma manera que el oxígeno de la sangre es consumido por las necesidades del sistema, la provisión de prana es agotada por nuestros pensamientos, voliciones, acciones, etc., y se hace necesario, en consecuencia, una reposición constante.

Cada pensamiento, acto, esfuerzo de voluntad y movimiento de un músculo gasta  una cierta cantidad de lo que llamamos fuerza nerviosa, la cual es en realidad una forma de prana.

Para mover un músculo el cerebro envía un impulso sobre los nervios y el músculo se contrae, ocasionando un gasto de prana proporcionado al esfuerzo realizado. Si se tiene en cuenta que la mayor suma de prana adquirida por el hombre le llega por medio del aire inhalado, es fácil apreciar la importancia de una respiración correcta.